Salmos

Capítulo I
1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.
4 No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá.

Capítulo II
1 ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas?
2 Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo:
3 Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas.
4 El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos.
5 Luego hablará a ellos en su furor, Y los turbará con su ira.
6 Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte.
7 Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy.
8 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.
9 Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás.
10 Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; Admitid amonestación, jueces de la tierra.
11 Servid a Jehová con temor, Y alegraos con temblor.
12 Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; Pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.



Capítulo III
1 ¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí.
2 Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios. Selah
3 Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
4 Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo. Selah
5 Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque Jehová me sustentaba.
6 No temeré a diez millares de gente, Que pusieren sitio contra mí.
7 Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; Porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; Los dientes de los perversos quebrantaste.
8 La salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah



Capítulo IV
1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración.
2 Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah
3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare.
4 Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah
5 Ofreced sacrificios de justicia, Y confiad en Jehová.
6 Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.
7 Tú diste alegría a mi corazón Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.
8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.



Capítulo V
1 Escucha, oh Jehová, mis palabras; Considera mi gemir.
2 Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, Porque a ti oraré.
3 Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
4 Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El malo no habitará junto a ti.
5 Los insensatos no estarán delante de tus ojos; Aborreces a todos los que hacen iniquidad.
6 Destruirás a los que hablan mentira; Al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová.
7 Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; Adoraré hacia tu santo templo en tu temor.
8 Guíame, Jehová, en tu justicia, a causa de mis enemigos; Endereza delante de mí tu camino.
9 Porque en la boca de ellos no hay sinceridad; Sus entrañas son maldad, Sepulcro abierto es su garganta, Con su lengua hablan lisonjas.
10 Castígalos, oh Dios; Caigan por sus mismos consejos; Por la multitud de sus transgresiones échalos fuera, Porque se rebelaron contra ti.
11 Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre.
12 Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo; Como con un escudo lo rodearás de tu favor.



Capítulo VI
1 Jehová, no me reprendas en tu enojo, Ni me castigues con tu ira.
2 Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen.
3 Mi alma también está muy turbada; Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?
4 Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; Sálvame por tu misericordia.
5 Porque en la muerte no hay memoria de ti; En el Seol, ¿quién te alabará?
6 Me he consumido a fuerza de gemir; Todas las noches inundo de llanto mi lecho, Riego mi cama con mis lágrimas.
7 Mis ojos están gastados de sufrir; Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
8 Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad; Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro.
9 Jehová ha oído mi ruego; Ha recibido Jehová mi oración.
10 Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos; Se volverán y serán avergonzados de repente.



Capítulo VII
1 Jehová Dios mío, en ti he confiado; Sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame,
2 No sea que desgarren mi alma cual león, Y me destrocen sin que haya quien me libre.
3 Jehová Dios mío, si yo he hecho esto, Si hay en mis manos iniquidad;
4 Si he dado mal pago al que estaba en paz conmigo (Antes he libertado al que sin causa era mi enemigo),
5 Persiga el enemigo mi alma, y alcáncela; Huelle en tierra mi vida, Y mi honra ponga en el polvo. Selah
6 Levántate, oh Jehová, en tu ira; Alzate en contra de la furia de mis angustiadores, Y despierta en favor mío el juicio que mandaste.
7 Te rodeará congregación de pueblos, Y sobre ella vuélvete a sentar en alto.
8 Jehová juzgará a los pueblos; Júzgame, oh Jehová, conforme a mi justicia, Y conforme a mi integridad.
9 Fenezca ahora la maldad de los inicuos, mas establece tú al justo; Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón.
10 Mi escudo está en Dios, Que salva a los rectos de corazón.
11 Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días.
12 Si no se arrepiente, él afilará su espada; Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado.
13 Asimismo ha preparado armas de muerte, Y ha labrado saetas ardientes.
14 He aquí, el impío concibió maldad, Se preñó de iniquidad, Y dio a luz engaño.
15 Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; Y en el hoyo que hizo caerá.
16 Su iniquidad volverá sobre su cabeza, Y su agravio caerá sobre su propia coronilla.
17 Alabaré a Jehová conforme a su justicia, Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.



Capítulo VIII
1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!



Capítulo IX
1 Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas.
2 Me alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.
3 Mis enemigos volvieron atrás; Cayeron y perecieron delante de ti.
4 Porque has mantenido mi derecho y mi causa; Te has sentado en el trono juzgando con justicia.
5 Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, Borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
6 Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; Y las ciudades que derribaste, Su memoria pereció con ellas.
7 Pero Jehová permanecerá para siempre; Ha dispuesto su trono para juicio.
8 El juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud.
9 Jehová será refugio del pobre, Refugio para el tiempo de angustia.
10 En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
11 Cantad a Jehová, que habita en Sion; Publicad entre los pueblos sus obras.
12 Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos; No se olvidó del clamor de los afligidos.
13 Ten misericordia de mí, Jehová; Mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, Tú que me levantas de las puertas de la muerte,
14 Para que cuente yo todas tus alabanzas En las puertas de la hija de Sion, Y me goce en tu salvación.
15 Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; En la red que escondieron fue tomado su pie.
16 Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; En la obra de sus manos fue enlazado el malo. Higaion. Selah
17 Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios.
18 Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, Ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.
19 Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre; Sean juzgadas las naciones delante de ti.
20 Pon, oh Jehová, temor en ellos; Conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah



Capítulo X
1 ¿Por qué estás lejos, oh Jehová, Y te escondes en el tiempo de la tribulación?
2 Con arrogancia el malo persigue al pobre; Será atrapado en los artificios que ha ideado.
3 Porque el malo se jacta del deseo de su alma, Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.
4 El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.
5 Sus caminos son torcidos en todo tiempo; Tus juicios los tiene muy lejos de su vista; A todos sus adversarios desprecia.
6 Dice en su corazón: No seré movido jamás; Nunca me alcanzará el infortunio.
7 Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; Debajo de su lengua hay vejación y maldad.
8 Se sienta en acecho cerca de las aldeas; En escondrijos mata al inocente. Sus ojos están acechando al desvalido;
9 Acecha en oculto, como el león desde su cueva; Acecha para arrebatar al pobre; Arrebata al pobre trayéndolo a su red.
10 Se encoge, se agacha, Y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.
11 Dice en su corazón: Dios ha olvidado; Ha encubierto su rostro; nunca lo verá.
12 Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; No te olvides de los pobres.
13 ¿Por qué desprecia el malo a Dios? En su corazón ha dicho: Tú no lo inquirirás.
14 Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano; A ti se acoge el desvalido; Tú eres el amparo del huérfano.
15 Quebranta tú el brazo del inicuo, Y persigue la maldad del malo hasta que no halles ninguna.
16 Jehová es Rey eternamente y para siempre; De su tierra han perecido las naciones.
17 El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído,
18 Para juzgar al huérfano y al oprimido, A fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra.



Capítulo XI
1 En Jehová he confiado; ¿Cómo decís a mi alma, Que escape al monte cual ave?
2 Porque he aquí, los malos tienden el arco, Disponen sus saetas sobre la cuerda, Para asaetear en oculto a los rectos de corazón.
3 Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?
4 Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.
5 Jehová prueba al justo; Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece.
6 Sobre los malos hará llover calamidades; Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos.
7 Porque Jehová es justo, y ama la justicia; El hombre recto mirará su rostro.



Capítulo XII
1 Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; Porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres.
2 Habla mentira cada uno con su prójimo; Hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón.
3 Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, Y la lengua que habla jactanciosamente;
4 A los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos; Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros?
5 Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, Ahora me levantaré, dice Jehová; Pondré en salvo al que por ello suspira.
6 Las palabras de Jehová son palabras limpias, Como plata refinada en horno de tierra, Purificada siete veces.
7 Tú, Jehová, los guardarás; De esta generación los preservarás para siempre.
8 Cercando andan los malos, Cuando la vileza es exaltada entre los hijos de los hombres.



Capítulo XIII
1 ¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;
4 Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.
5 Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová, Porque me ha hecho bien.



Capítulo XIV
1 Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien.
2 Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que buscara a Dios.
3 Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
4 ¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad, Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, Y a Jehová no invocan?
5 Ellos temblaron de espanto; Porque Dios está con la generación de los justos.
6 Del consejo del pobre se han burlado, Pero Jehová es su esperanza.
7 ¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel! Cuando Jehová hiciere volver a los cautivos de su pueblo, Se gozará Jacob, y se alegrará Israel.



Capítulo XV
1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.
3 El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo, Ni admite reproche alguno contra su vecino.
4 Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, Pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
5 Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás.



Capítulo XVI
1 Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
2 Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; No hay para mí bien fuera de ti.
3 Para los santos que están en la tierra, Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
4 Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, Ni en mis labios tomaré sus nombres.
5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte.
6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y es hermosa la heredad que me ha tocado.
7 Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia.
8 A Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
9 Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente;
10 Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
11 Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.



Capítulo XVII
1 Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor. Escucha mi oración hecha de labios sin engaño.
2 De tu presencia proceda mi vindicación; Vean tus ojos la rectitud.
3 Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; He resuelto que mi boca no haga transgresión.
4 En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos.
5 Sustenta mis pasos en tus caminos, Para que mis pies no resbalen.
6 Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.
7 Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra, De los que se levantan contra ellos.
8 Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas,
9 De la vista de los malos que me oprimen, De mis enemigos que buscan mi vida.
10 Envueltos están con su grosura; Con su boca hablan arrogantemente.
11 Han cercado ahora nuestros pasos; Tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra.
12 Son como león que desea hacer presa, Y como leoncillo que está en su escondite.
13 Levántate, oh Jehová; Sal a su encuentro, póstrales; Libra mi alma de los malos con tu espada,
14 De los hombres con tu mano, oh Jehová, De los hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida, Y cuyo vientre está lleno de tu tesoro. Sacian a sus hijos, Y aun sobra para sus pequeñuelos.
15 En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.



Capítulo XVIII
1 Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de mis enemigos.
4 Me rodearon ligaduras de muerte, Y torrentes de perversidad me atemorizaron.
5 Ligaduras del Seol me rodearon, Me tendieron lazos de muerte.
6 En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
7 La tierra fue conmovida y tembló; Se conmovieron los cimientos de los montes, Y se estremecieron, porque se indignó él.
8 Humo subió de su nariz, Y de su boca fuego consumidor; Carbones fueron por él encendidos.
9 Inclinó los cielos, y descendió; Y había densas tinieblas debajo de sus pies.
10 Cabalgó sobre un querubín, y voló; Voló sobre las alas del viento.
11 Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí; Oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
12 Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron; Granizo y carbones ardientes.
13 Tronó en los cielos Jehová, Y el Altísimo dio su voz; Granizo y carbones de fuego.
14 Envió sus saetas, y los dispersó; Lanzó relámpagos, y los destruyó.
15 Entonces aparecieron los abismos de las aguas, Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo, A tu reprensión, oh Jehová, Por el soplo del aliento de tu nariz.
16 Envió desde lo alto; me tomó, Me sacó de las muchas aguas.
17 Me libró de mi poderoso enemigo, Y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo.
18 Me asaltaron en el día de mi quebranto, Mas Jehová fue mi apoyo.
19 Me sacó a lugar espacioso; Me libró, porque se agradó de mí.
20 Jehová me ha premiado conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado.
21 Porque yo he guardado los caminos de Jehová, Y no me aparté impíamente de mi Dios.
22 Pues todos sus juicios estuvieron delante de mí, Y no me he apartado de sus estatutos.
23 Fui recto para con él, y me he guardado de mi maldad,
24 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista.
25 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, Y recto para con el hombre íntegro.
26 Limpio te mostrarás para con el limpio, Y severo serás para con el perverso.
27 Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos.
28 Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.
29 Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros.
30 En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová; Escudo es a todos los que en él esperan.
31 Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
32 Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino;
33 Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas;
34 Quien adiestra mis manos para la batalla, Para entesar con mis brazos el arco de bronce.
35 Me diste asimismo el escudo de tu salvación; Tu diestra me sustentó, Y tu benignidad me ha engrandecido.
36 Ensanchaste mis pasos debajo de mí, Y mis pies no han resbalado.
37 Perseguí a mis enemigos, y los alcancé, Y no volví hasta acabarlos.
38 Los herí de modo que no se levantasen; Cayeron debajo de mis pies.
39 Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; Has humillado a mis enemigos debajo de mí.
40 Has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, Para que yo destruya a los que me aborrecen.
41 Clamaron, y no hubo quien salvase; Aun a Jehová, pero no los oyó.
42 Y los molí como polvo delante del viento; Los eché fuera como lodo de las calles.
43 Me has librado de las contiendas del pueblo; Me has hecho cabeza de las naciones; Pueblo que yo no conocía me sirvió.
44 Al oír de mí me obedecieron; Los hijos de extraños se sometieron a mí.
45 Los extraños se debilitaron Y salieron temblando de sus encierros.
46 Viva Jehová, y bendita sea mi roca, Y enaltecido sea el Dios de mi salvación;
47 El Dios que venga mis agravios, Y somete pueblos debajo de mí;
48 El que me libra de mis enemigos, Y aun me eleva sobre los que se levantan contra mí; Me libraste de varón violento.
49 Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, Y cantaré a tu nombre.
50 Grandes triunfos da a su rey, Y hace misericordia a su ungido, A David y a su descendencia, para siempre.



Capítulo XIX
1 Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
2 Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría.
3 No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz.
4 Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol;
5 Y éste, como esposo que sale de su tálamo, Se alegra cual gigante para correr el camino.
6 De un extremo de los cielos es su salida, Y su curso hasta el término de ellos; Y nada hay que se esconda de su calor.
7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos; En guardarlos hay grande galardón.
12 ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.
13 Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.



Capítulo XX
1 Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda.
2 Te envíe ayuda desde el santuario, Y desde Sion te sostenga.
3 Haga memoria de todas tus ofrendas, Y acepte tu holocausto. Selah
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón, Y cumpla todo tu consejo.
5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación, Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; Conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; Lo oirá desde sus santos cielos Con la potencia salvadora de su diestra.
7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen, Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová; Que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.



Capítulo XXI
1 El rey se alegra en tu poder, oh Jehová; Y en tu salvación, ¡cómo se goza!
2 Le has concedido el deseo de su corazón, Y no le negaste la petición de sus labios. Selah
3 Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien; Corona de oro fino has puesto sobre su cabeza.
4 Vida te demandó, y se la diste; Largura de días eternamente y para siempre.
5 Grande es su gloria en tu salvación; Honra y majestad has puesto sobre él.
6 Porque lo has bendecido para siempre; Lo llenaste de alegría con tu presencia.
7 Por cuanto el rey confía en Jehová, Y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido.
8 Alcanzará tu mano a todos tus enemigos; Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
9 Los pondrás como horno de fuego en el tiempo de tu ira; Jehová los deshará en su ira, Y fuego los consumirá.
10 Su fruto destruirás de la tierra, Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
11 Porque intentaron el mal contra ti; Fraguaron maquinaciones, mas no prevalecerán,
12 Pues tú los pondrás en fuga; En tus cuerdas dispondrás saetas contra sus rostros.
13 Engrandécete, oh Jehová, en tu poder; Cantaremos y alabaremos tu poderío.



Capítulo XXII
1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
2 Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo.
3 Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
4 En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste.
5 Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.
6 Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
7 Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
8 Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.
9 Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; Porque no hay quien ayude.
12 Me han rodeado muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado.
13 Abrieron sobre mí su boca Como león rapaz y rugiente.
14 He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas.
15 Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte.
16 Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies.
17 Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan.
18 Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes.
19 Mas tú, Jehová, no te alejes; Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.
20 Libra de la espada mi alma, Del poder del perro mi vida.
21 Sálvame de la boca del león, Y líbrame de los cuernos de los búfalos.
22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos; En medio de la congregación te alabaré.
23 Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
24 Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, Ni de él escondió su rostro; Sino que cuando clamó a él, le oyó.
25 De ti será mi alabanza en la gran congregación; Mis votos pagaré delante de los que le temen.
26 Comerán los humildes, y serán saciados; Alabarán a Jehová los que le buscan; Vivirá vuestro corazón para siempre.
27 Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
28 Porque de Jehová es el reino, Y él regirá las naciones.
29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
30 La posteridad le servirá; Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
31 Vendrán, y anunciarán su justicia; A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.



Capítulo XXIII
1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.
2 En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará.
3 Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.



Capítulo XXIV
1 De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan.
2 Porque él la fundó sobre los mares, Y la afirmó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño.
5 El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan, De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah
7 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.
8 ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla.
9 Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.
10 ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová de los ejércitos, El es el Rey de la gloria. Selah



Capítulo XXV
1 A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.
2 Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos.
3 Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; Serán avergonzados los que se rebelan sin causa.
4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas.
5 Encamíname en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios de mi salvación; En ti he esperado todo el día.
6 Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, Que son perpetuas.
7 De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová.
8 Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.
9 Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera.
10 Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, Para los que guardan su pacto y sus testimonios.
11 Por amor de tu nombre, oh Jehová, Perdonarás también mi pecado, que es grande.
12 ¿Quién es el hombre que teme a Jehová? El le enseñará el camino que ha de escoger.
13 Gozará él de bienestar, Y su descendencia heredará la tierra.
14 La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto.
15 Mis ojos están siempre hacia Jehová, Porque él sacará mis pies de la red.
16 Mírame, y ten misericordia de mí, Porque estoy solo y afligido.
17 Las angustias de mi corazón se han aumentado; Sácame de mis congojas.
18 Mira mi aflicción y mi trabajo, Y perdona todos mis pecados.
19 Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado, Y con odio violento me aborrecen.
20 Guarda mi alma, y líbrame; No sea yo avergonzado, porque en ti confié.
21 Integridad y rectitud me guarden, Porque en ti he esperado.
22 Redime, oh Dios, a Israel De todas sus angustias.



Capítulo XXVI
1 Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear.
2 Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.
3 Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad.
4 No me he sentado con hombres hipócritas, Ni entré con los que andan simuladamente.
5 Aborrecí la reunión de los malignos, Y con los impíos nunca me senté.
6 Lavaré en inocencia mis manos, Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,
7 Para exclamar con voz de acción de gracias, Y para contar todas tus maravillas.
8 Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria.
9 No arrebates con los pecadores mi alma, Ni mi vida con hombres sanguinarios,
10 En cuyas manos está el mal, Y su diestra está llena de sobornos.
11 Mas yo andaré en mi integridad; Redímeme, y ten misericordia de mí.
12 Mi pie ha estado en rectitud; En las congregaciones bendeciré a Jehová.



Capítulo XXVII
1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?
2 Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.
3 Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado.
4 Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto.
6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.
7 Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; Ten misericordia de mí, y respóndeme.
8 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová;
9 No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.
10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá.
11 Enséñame, oh Jehová, tu camino, Y guíame por senda de rectitud A causa de mis enemigos.
12 No me entregues a la voluntad de mis enemigos; Porque se han levantado contra mí testigos falsos, y los que respiran crueldad.
13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová En la tierra de los vivientes.
14 Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.



Capítulo XXVIII
1 A ti clamaré, oh Jehová. Roca mía, no te desentiendas de mí, Para que no sea yo, dejándome tú, Semejante a los que descienden al sepulcro.
2 Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, Cuando alzo mis manos hacia tu santo templo.
3 No me arrebates juntamente con los malos, Y con los que hacen iniquidad, Los cuales hablan paz con sus prójimos, Pero la maldad está en su corazón.
4 Dales conforme a su obra, y conforme a la perversidad de sus hechos; Dales su merecido conforme a la obra de sus manos.
5 Por cuanto no atendieron a los hechos de Jehová, Ni a la obra de sus manos, El los derribará, y no los edificará.
6 Bendito sea Jehová, Que oyó la voz de mis ruegos.
7 Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré.
8 Jehová es la fortaleza de su pueblo, Y el refugio salvador de su ungido.
9 Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad; Y pastoréales y susténtales para siempre.



Capítulo XXIX
1 Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder.
2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.
3 Voz de Jehová sobre las aguas; Truena el Dios de gloria, Jehová sobre las muchas aguas.
4 Voz de Jehová con potencia; Voz de Jehová con gloria.
5 Voz de Jehová que quebranta los cedros; Quebrantó Jehová los cedros del Líbano.
6 Los hizo saltar como becerros; Al Líbano y al Sirión como hijos de búfalos.
7 Voz de Jehová que derrama llamas de fuego;
8 Voz de Jehová que hace temblar el desierto; Hace temblar Jehová el desierto de Cades.
9 Voz de Jehová que desgaja las encinas, Y desnuda los bosques; En su templo todo proclama su gloria.
10 Jehová preside en el diluvio, Y se sienta Jehová como rey para siempre.
11 Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz.



Capítulo XXX
1 Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado, Y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí.
2 Jehová Dios mío, A ti clamé, y me sanaste.
3 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura.
4 Cantad a Jehová, vosotros sus santos, Y celebrad la memoria de su santidad.
5 Porque un momento será su ira, Pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría.
6 En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido,
7 Porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte. Escondiste tu rostro, fui turbado.
8 A ti, oh Jehová, clamaré, Y al Señor suplicaré.
9 ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad?
10 Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, sé tú mi ayudador.
11 Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
12 Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre.



Capítulo XXXI
1 En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia.
2 Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme.
3 Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.
4 Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio.
5 En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.
6 Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; Mas yo en Jehová he esperado.
7 Me gozaré y alegraré en tu misericordia, Porque has visto mi aflicción; Has conocido mi alma en las angustias.
8 No me entregaste en mano del enemigo; Pusiste mis pies en lugar espacioso.
9 Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.
10 Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido.
11 De todos mis enemigos soy objeto de oprobio, Y de mis vecinos mucho más, y el horror de mis conocidos; Los que me ven fuera huyen de mí.
12 He sido olvidado de su corazón como un muerto; He venido a ser como un vaso quebrado.
13 Porque oigo la calumnia de muchos; El miedo me asalta por todas partes, Mientras consultan juntos contra mí E idean quitarme la vida.
14 Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios.
15 En tu mano están mis tiempos; Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores.
16 Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; Sálvame por tu misericordia.
17 No sea yo avergonzado, oh Jehová, ya que te he invocado; Sean avergonzados los impíos, estén mudos en el Seol.
18 Enmudezcan los labios mentirosos, Que hablan contra el justo cosas duras Con soberbia y menosprecio.
19 ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, Que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!
20 En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; Los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas.
21 Bendito sea Jehová, Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada.
22 Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; Pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba.
23 Amad a Jehová, todos vosotros sus santos; A los fieles guarda Jehová, Y paga abundantemente al que procede con soberbia.
24 Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, Y tome aliento vuestro corazón.



Capítulo XXXII
1 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2 Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.
4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás. Selah
8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.
9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti.
10 Muchos dolores habrá para el impío; Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.
11 Alegraos en Jehová y gozaos, justos; Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.



Capítulo XXXIII
1 Alegraos, oh justos, en Jehová; En los íntegros es hermosa la alabanza.
2 Aclamad a Jehová con arpa; Cantadle con salterio y decacordio.
3 Cantadle cántico nuevo; Hacedlo bien, tañendo con júbilo.
4 Porque recta es la palabra de Jehová, Y toda su obra es hecha con fidelidad.
5 El ama justicia y juicio; De la misericordia de Jehová está llena la tierra.
6 Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.
7 El junta como montón las aguas del mar; El pone en depósitos los abismos.
8 Tema a Jehová toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo.
9 Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió.
10 Jehová hace nulo el consejo de las naciones, Y frustra las maquinaciones de los pueblos.
11 El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones.
12 Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, El pueblo que él escogió como heredad para sí.
13 Desde los cielos miró Jehová; Vio a todos los hijos de los hombres;
14 Desde el lugar de su morada miró Sobre todos los moradores de la tierra.
15 El formó el corazón de todos ellos; Atento está a todas sus obras.
16 El rey no se salva por la multitud del ejército, Ni escapa el valiente por la mucha fuerza.
17 Vano para salvarse es el caballo; La grandeza de su fuerza a nadie podrá librar.
18 He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, Sobre los que esperan en su misericordia,
19 Para librar sus almas de la muerte, Y para darles vida en tiempo de hambre.
20 Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él.
21 Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, Porque en su santo nombre hemos confiado.
22 Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, Según esperamos en ti.



Capítulo XXXIV
1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.
2 En Jehová se gloriará mi alma; Lo oirán los mansos, y se alegrarán.
3 Engrandeced a Jehová conmigo, Y exaltemos a una su nombre.
4 Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores.
5 Los que miraron a él fueron alumbrados, Y sus rostros no fueron avergonzados.
6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias.
7 El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.
8 Gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en él.
9 Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen.
10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.
11 Venid, hijos, oídme; El temor de Jehová os enseñaré.
12 ¿Quién es el hombre que desea vida, Que desea muchos días para ver el bien?
13 Guarda tu lengua del mal, Y tus labios de hablar engaño.
14 Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela.
15 Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos.
16 La ira de Jehová contra los que hacen mal, Para cortar de la tierra la memoria de ellos.
17 Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.
18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.
19 Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová.
20 El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado.
21 Matará al malo la maldad, Y los que aborrecen al justo serán condenados.
22 Jehová redime el alma de sus siervos, Y no serán condenados cuantos en él confían.



Capítulo XXXV
1 Disputa, oh Jehová, con los que contra mí contienden; Pelea contra los que me combaten.
2 Echa mano al escudo y al pavés, Y levántate en mi ayuda.
3 Saca la lanza, cierra contra mis perseguidores; Di a mi alma: Yo soy tu salvación.
4 Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; Sean vueltos atrás y avergonzados los que mi mal intentan.
5 Sean como el tamo delante del viento, Y el ángel de Jehová los acose.
6 Sea su camino tenebroso y resbaladizo, Y el ángel de Jehová los persiga.
7 Porque sin causa escondieron para mí su red en un hoyo; Sin causa cavaron hoyo para mi alma.
8 Véngale el quebrantamiento sin que lo sepa, Y la red que él escondió lo prenda; Con quebrantamiento caiga en ella.
9 Entonces mi alma se alegrará en Jehová; Se regocijará en su salvación.
10 Todos mis huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú, Que libras al afligido del más fuerte que él, Y al pobre y menesteroso del que le despoja?
11 Se levantan testigos malvados; De lo que no sé me preguntan;
12 Me devuelven mal por bien, Para afligir a mi alma.
13 Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; Afligí con ayuno mi alma, Y mi oración se volvía a mi seno.
14 Como por mi compañero, como por mi hermano andaba; Como el que trae luto por madre, enlutado me humillaba.
15 Pero ellos se alegraron en mi adversidad, y se juntaron; Se juntaron contra mí gentes despreciables, y yo no lo entendía; Me despedazaban sin descanso;
16 Como lisonjeros, escarnecedores y truhanes, Crujieron contra mí sus dientes.
17 Señor, ¿hasta cuándo verás esto? Rescata mi alma de sus destrucciones, mi vida de los leones.
18 Te confesaré en grande congregación; Te alabaré entre numeroso pueblo.
19 No se alegren de mí los que sin causa son mis enemigos, Ni los que me aborrecen sin causa guiñen el ojo.
20 Porque no hablan paz; Y contra los mansos de la tierra piensan palabras engañosas.
21 Ensancharon contra mí su boca; Dijeron: ¡Ea, ea, nuestros ojos lo han visto!
22 Tú lo has visto, oh Jehová; no calles; Señor, no te alejes de mí.
23 Muévete y despierta para hacerme justicia, Dios mío y Señor mío, para defender mi causa.
24 Júzgame conforme a tu justicia, Jehová Dios mío, Y no se alegren de mí.
25 No digan en su corazón: ¡Ea, alma nuestra! No digan: ¡Le hemos devorado!
26 Sean avergonzados y confundidos a una los que de mi mal se alegran; Vístanse de vergüenza y de confusión los que se engrandecen contra mí.
27 Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa, Y digan siempre: Sea exaltado Jehová, Que ama la paz de su siervo.
28 Y mi lengua hablará de tu justicia Y de tu alabanza todo el día.



Capítulo XXXVI
1 La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos.
2 Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos, De que su iniquidad no será hallada y aborrecida.
3 Las palabras de su boca son iniquidad y fraude; Ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien.
4 Medita maldad sobre su cama; Está en camino no bueno, El mal no aborrece.
5 Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, Y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.
6 Tu justicia es como los montes de Dios, Tus juicios, abismo grande. Oh Jehová, al hombre y al animal conservas.
7 ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.
8 Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, Y tú los abrevarás del torrente de tus delicias.
9 Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.
10 Extiende tu misericordia a los que te conocen, Y tu justicia a los rectos de corazón.
11 No venga pie de soberbia contra mí, Y mano de impíos no me mueva.
12 Allí cayeron los hacedores de iniquidad; Fueron derribados, y no podrán levantarse.



Capítulo XXXVII
1 No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
2 Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán.
3 Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.
4 Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará.
6 Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía.
7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades.
8 Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo.
9 Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.
10 Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí.
11 Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz.
12 Maquina el impío contra el justo, Y cruje contra él sus dientes;
13 El Señor se reirá de él; Porque ve que viene su día.
14 Los impíos desenvainan espada y entesan su arco, Para derribar al pobre y al menesteroso, Para matar a los de recto proceder.
15 Su espada entrará en su mismo corazón, Y su arco será quebrado.
16 Mejor es lo poco del justo, Que las riquezas de muchos pecadores.
17 Porque los brazos de los impíos serán quebrados; Mas el que sostiene a los justos es Jehová.
18 Conoce Jehová los días de los perfectos, Y la heredad de ellos será para siempre.
19 No serán avergonzados en el mal tiempo, Y en los días de hambre serán saciados.
20 Mas los impíos perecerán, Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros Serán consumidos; se disiparán como el humo.
21 El impío toma prestado, y no paga; Mas el justo tiene misericordia, y da.
22 Porque los benditos de él heredarán la tierra; Y los malditos de él serán destruidos.
23 Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino.
24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano.
25 Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan.
26 En todo tiempo tiene misericordia, y presta; Y su descendencia es para bendición.
27 Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre.
28 Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida.
29 Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella.
30 La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia.
31 La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán.
32 Acecha el impío al justo, Y procura matarlo.
33 Jehová no lo dejará en sus manos, Ni lo condenará cuando le juzgaren.
34 Espera en Jehová, y guarda su camino, Y él te exaltará para heredar la tierra; Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás.
35 Vi yo al impío sumamente enaltecido, Y que se extendía como laurel verde.
36 Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; Lo busqué, y no fue hallado.
37 Considera al íntegro, y mira al justo; Porque hay un final dichoso para el hombre de paz.
38 Mas los transgresores serán todos a una destruidos; La posteridad de los impíos será extinguida.
39 Pero la salvación de los justos es de Jehová, Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.
40 Jehová los ayudará y los librará; Los libertará de los impíos, y los salvará, Por cuanto en él esperaron.



Capítulo XXXVIII
1 Jehová, no me reprendas en tu furor, Ni me castigues en tu ira.
2 Porque tus saetas cayeron sobre mí, Y sobre mí ha descendido tu mano.
3 Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; Ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.
4 Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; Como carga pesada se han agravado sobre mí.
5 Hieden y supuran mis llagas, A causa de mi locura.
6 Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, Ando enlutado todo el día.
7 Porque mis lomos están llenos de ardor, Y nada hay sano en mi carne.
8 Estoy debilitado y molido en gran manera; Gimo a causa de la conmoción de mi corazón.
9 Señor, delante de ti están todos mis deseos, Y mi suspiro no te es oculto.
10 Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, Y aun la luz de mis ojos me falta ya.
11 Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga, Y mis cercanos se han alejado.
12 Los que buscan mi vida arman lazos, Y los que procuran mi mal hablan iniquidades, Y meditan fraudes todo el día.
13 Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; Y soy como mudo que no abre la boca.
14 Soy, pues, como un hombre que no oye, Y en cuya boca no hay reprensiones.
15 Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío.
16 Dije: No se alegren de mí; Cuando mi pie resbale, no se engrandezcan sobre mí.
17 Pero yo estoy a punto de caer, Y mi dolor está delante de mí continuamente.
18 Por tanto, confesaré mi maldad, Y me contristaré por mi pecado.
19 Porque mis enemigos están vivos y fuertes, Y se han aumentado los que me aborrecen sin causa.
20 Los que pagan mal por bien Me son contrarios, por seguir yo lo bueno.
21 No me desampares, oh Jehová; Dios mío, no te alejes de mí.
22 Apresúrate a ayudarme, Oh Señor, mi salvación.



Capítulo XXXIX
1 Yo dije: Atenderé a mis caminos, Para no pecar con mi lengua; Guardaré mi boca con freno, En tanto que el impío esté delante de mí.
2 Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; Y se agravó mi dolor.
3 Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego, Y así proferí con mi lengua:
4 Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy.
5 He aquí, diste a mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti; Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah
6 Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.
7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.
8 Líbrame de todas mis transgresiones; No me pongas por escarnio del insensato.
9 Enmudecí, no abrí mi boca, Porque tú lo hiciste.
10 Quita de sobre mí tu plaga; Estoy consumido bajo los golpes de tu mano.
11 Con castigos por el pecado corriges al hombre, Y deshaces como polilla lo más estimado de él; Ciertamente vanidad es todo hombre. Selah
12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; Porque forastero soy para ti, Y advenedizo, como todos mis padres.
13 Déjame, y tomaré fuerzas, Antes que vaya y perezca.



Capítulo XL
1 Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
2 Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
3 Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová.
4 Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.
5 Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; Y tus pensamientos para con nosotros, No es posible contarlos ante ti. Si yo anunciare y hablare de ellos, No pueden ser enumerados.
6 Sacrificio y ofrenda no te agrada; Has abierto mis oídos; Holocausto y expiación no has demandado.
7 Entonces dije: He aquí, vengo; En el rollo del libro está escrito de mí;
8 El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.
9 He anunciado justicia en grande congregación; He aquí, no refrené mis labios, Jehová, tú lo sabes.
10 No encubrí tu justicia dentro de mi corazón; He publicado tu fidelidad y tu salvación; No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.
11 Jehová, no retengas de mí tus misericordias; Tu misericordia y tu verdad me guarden siempre.
12 Porque me han rodeado males sin número; Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla.
13 Quieras, oh Jehová, librarme; Jehová, apresúrate a socorrerme.
14 Sean avergonzados y confundidos a una Los que buscan mi vida para destruirla. Vuelvan atrás y avergüéncense Los que mi mal desean;
15 Sean asolados en pago de su afrenta Los que me dicen: ¡Ea, ea!
16 Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, Y digan siempre los que aman tu salvación: Jehová sea enaltecido.
17 Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes.



Capítulo XLI
1 Bienaventurado el que piensa en el pobre; En el día malo lo librará Jehová.
2 Jehová lo guardará, y le dará vida; Será bienaventurado en la tierra, Y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos.
3 Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; Mullirás toda su cama en su enfermedad.
4 Yo dije: Jehová, ten misericordia de mí; Sana mi alma, porque contra ti he pecado.
5 Mis enemigos dicen mal de mí, preguntando: ¿Cuándo morirá, y perecerá su nombre?
6 Y si vienen a verme, hablan mentira; Su corazón recoge para sí iniquidad, Y al salir fuera la divulgan.
7 Reunidos murmuran contra mí todos los que me aborrecen; Contra mí piensan mal, diciendo de mí:
8 Cosa pestilencial se ha apoderado de él; Y el que cayó en cama no volverá a levantarse.
9 Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar.
10 Mas tú, Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar, Y les daré el pago.
11 En esto conoceré que te he agradado, Que mi enemigo no se huelgue de mí.
12 En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, Y me has hecho estar delante de ti para siempre.
13 Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, Por los siglos de los siglos. Amén y Amén.



Capítulo XLII
1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
4 Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.
6 Dios mío, mi alma está abatida en mí; Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
7 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
8 Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.
9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?
10 Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
11 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.



Capítulo XLIII
1 Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo.
2 Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?
3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas.
4 Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.
5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.



Capítulo XLIV
1 Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.
2 Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; Afligiste a los pueblos, y los arrojaste.
3 Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, Ni su brazo los libró; Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, Porque te complaciste en ellos.
4 Tú, oh Dios, eres mi rey; Manda salvación a Jacob.
5 Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos; En tu nombre hollaremos a nuestros adversarios.
6 Porque no confiaré en mi arco, Ni mi espada me salvará;
7 Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos, Y has avergonzado a los que nos aborrecían.
8 En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, Y para siempre alabaremos tu nombre. Selah
9 Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; Y no sales con nuestros ejércitos.
10 Nos hiciste retroceder delante del enemigo, Y nos saquean para sí los que nos aborrecen.
11 Nos entregas como ovejas al matadero, Y nos has esparcido entre las naciones.
12 Has vendido a tu pueblo de balde; No exigiste ningún precio.
13 Nos pones por afrenta de nuestros vecinos, Por escarnio y por burla de los que nos rodean.
14 Nos pusiste por proverbio entre las naciones; Todos al vernos menean la cabeza.
15 Cada día mi vergüenza está delante de mí, Y la confusión de mi rostro me cubre,
16 Por la voz del que me vitupera y deshonra, Por razón del enemigo y del vengativo.
17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti, Y no hemos faltado a tu pacto.
18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón, Ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos,
19 Para que nos quebrantases en el lugar de chacales, Y nos cubrieses con sombra de muerte.
20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, O alzado nuestras manos a dios ajeno,
21 ¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón.
22 Pero por causa de ti nos matan cada día; Somos contados como ovejas para el matadero.
23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no te alejes para siempre.
24 ¿Por qué escondes tu rostro, Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?
25 Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo, Y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.
26 Levántate para ayudarnos, Y redímenos por causa de tu misericordia.



Capítulo XLV
1 Rebosa mi corazón palabra buena; Dirijo al rey mi canto; Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.
2 Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.
3 Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, Con tu gloria y con tu majestad.
4 En tu gloria sé prosperado; Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia, Y tu diestra te enseñará cosas terribles.
5 Tus saetas agudas, Con que caerán pueblos debajo de ti, Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.
6 Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de tu reino.
7 Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
8 Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; Desde palacios de marfil te recrean.
9 Hijas de reyes están entre tus ilustres; Está la reina a tu diestra con oro de Ofir.
10 Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;
11 Y deseará el rey tu hermosura; E inclínate a él, porque él es tu señor.
12 Y las hijas de Tiro vendrán con presentes; Implorarán tu favor los ricos del pueblo.
13 Toda gloriosa es la hija del rey en su morada; De brocado de oro es su vestido.
14 Con vestidos bordados será llevada al rey; Vírgenes irán en pos de ella, Compañeras suyas serán traídas a ti.
15 Serán traídas con alegría y gozo; Entrarán en el palacio del rey.
16 En lugar de tus padres serán tus hijos, A quienes harás príncipes en toda la tierra.
17 Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.



Capítulo XLVI
1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
2 Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar;
3 Aunque bramen y se turben sus aguas, Y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah
4 Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El santuario de las moradas del Altísimo.
5 Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana.
6 Bramaron las naciones, titubearon los reinos; Dio él su voz, se derritió la tierra.
7 Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah
8 Venid, ved las obras de Jehová, Que ha puesto asolamientos en la tierra.
9 Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, Y quema los carros en el fuego.
10 Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.
11 Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah



Capítulo XLVII
1 Pueblos todos, batid las manos; Aclamad a Dios con voz de júbilo.
2 Porque Jehová el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra.
3 El someterá a los pueblos debajo de nosotros, Y a las naciones debajo de nuestros pies.
4 El nos elegirá nuestras heredades; La hermosura de Jacob, al cual amó. Selah
5 Subió Dios con júbilo, Jehová con sonido de trompeta.
6 Cantad a Dios, cantad; Cantad a nuestro Rey, cantad;
7 Porque Dios es el Rey de toda la tierra; Cantad con inteligencia.
8 Reinó Dios sobre las naciones; Se sentó Dios sobre su santo trono.
9 Los príncipes de los pueblos se reunieron Como pueblo del Dios de Abraham; Porque de Dios son los escudos de la tierra; El es muy exaltado.



Capítulo XLVIII
1 Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.
2 Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, Es el monte de Sion, a los lados del norte, La ciudad del gran Rey.
3 En sus palacios Dios es conocido por refugio.
4 Porque he aquí los reyes de la tierra se reunieron; Pasaron todos.
5 Y viéndola ellos así, se maravillaron, Se turbaron, se apresuraron a huir.
6 Les tomó allí temblor; Dolor como de mujer que da a luz.
7 Con viento solano Quiebras tú las naves de Tarsis.
8 Como lo oímos, así lo hemos visto En la ciudad de Jehová de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios; La afirmará Dios para siempre. Selah
9 Nos acordamos de tu misericordia, oh Dios, En medio de tu templo.
10 Conforme a tu nombre, oh Dios, Así es tu loor hasta los fines de la tierra; De justicia está llena tu diestra.
11 Se alegrará el monte de Sion; Se gozarán las hijas de Judá Por tus juicios.
12 Andad alrededor de Sion, y rodeadla; Contad sus torres.
13 Considerad atentamente su antemuro, Mirad sus palacios; Para que lo contéis a la generación venidera.
14 Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; El nos guiará aun más allá de la muerte.



Capítulo XLIX
1 Oíd esto, pueblos todos; Escuchad, habitantes todos del mundo,
2 Así los plebeyos como los nobles, El rico y el pobre juntamente.
3 Mi boca hablará sabiduría, Y el pensamiento de mi corazón inteligencia.
4 Inclinaré al proverbio mi oído; Declararé con el arpa mi enigma.
5 ¿Por qué he de temer en los días de adversidad, Cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?
6 Los que confían en sus bienes, Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,
7 Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, Ni dar a Dios su rescate
8 (Porque la redención de su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás),
9 Para que viva en adelante para siempre, Y nunca vea corrupción.
10 Pues verá que aun los sabios mueren; Que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, Y dejan a otros sus riquezas.
11 Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, Y sus habitaciones para generación y generación; Dan sus nombres a sus tierras.
12 Mas el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen.
13 Este su camino es locura; Con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos. Selah
14 Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.
15 Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo. Selah
16 No temas cuando se enriquece alguno, Cuando aumenta la gloria de su casa;
17 Porque cuando muera no llevará nada, Ni descenderá tras él su gloria.
18 Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, Y sea loado cuando prospere,
19 Entrará en la generación de sus padres, Y nunca más verá la luz.
20 El hombre que está en honra y no entiende, Semejante es a las bestias que perecen.



Capítulo L
1 El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone.
2 De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido.
3 Vendrá nuestro Dios, y no callará; Fuego consumirá delante de él, Y tempestad poderosa le rodeará.
4 Convocará a los cielos de arriba, Y a la tierra, para juzgar a su pueblo.
5 Juntadme mis santos, Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.
6 Y los cielos declararán su justicia, Porque Dios es el juez. Selah
7 Oye, pueblo mío, y hablaré; Escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo.
8 No te reprenderé por tus sacrificios, Ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí.
9 No tomaré de tu casa becerros, Ni machos cabríos de tus apriscos.
10 Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados.
11 Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece.
12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; Porque mío es el mundo y su plenitud.
13 ¿He de comer yo carne de toros, O de beber sangre de machos cabríos?
14 Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo;
15 E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.
16 Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca?
17 Pues tú aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis palabras.
18 Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte.
19 Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño.
20 Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia.
21 Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos.
22 Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os libre.
23 El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, Le mostraré la salvación de Dios.



Capítulo LI
1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.
5 He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios, Y publicará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.



Capítulo LII
1 ¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso? La misericordia de Dios es continua.
2 Agravios maquina tu lengua; Como navaja afilada hace engaño.
3 Amaste el mal más que el bien, La mentira más que la verdad. Selah
4 Has amado toda suerte de palabras perniciosas, Engañosa lengua.
5 Por tanto, Dios te destruirá para siempre; Te asolará y te arrancará de tu morada, Y te desarraigará de la tierra de los vivientes. Selah
6 Verán los justos, y temerán; Se reirán de él, diciendo:
7 He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza, Sino que confió en la multitud de sus riquezas, Y se mantuvo en su maldad.
8 Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios; En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.
9 Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así; Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.



Capítulo LIII
1 Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; No hay quien haga bien.
2 Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido Que buscara a Dios.
3 Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.
4 ¿No tienen conocimiento todos los que hacen iniquidad, Que devoran a mi pueblo como si comiesen pan, Y a Dios no invocan?
5 Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo, Porque Dios ha esparcido los huesos del que puso asedio contra ti; Los avergonzaste, porque Dios los desechó.



Capítulo LIV
1 Oh Dios, sálvame por tu nombre, Y con tu poder defiéndeme.
2 Oh Dios, oye mi oración; Escucha las razones de mi boca.
3 Porque extraños se han levantado contra mí, Y hombres violentos buscan mi vida; No han puesto a Dios delante de sí. Selah
4 He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida.
5 El devolverá el mal a mis enemigos; Córtalos por tu verdad.
6 Voluntariamente sacrificaré a ti; Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno.
7 Porque él me ha librado de toda angustia, Y mis ojos han visto la ruina de mis enemigos.



Capítulo LV
1 Escucha, oh Dios, mi oración, Y no te escondas de mi súplica.
2 Está atento, y respóndeme; Clamo en mi oración, y me conmuevo,
3 A causa de la voz del enemigo, Por la opresión del impío; Porque sobre mí echaron iniquidad, Y con furor me persiguen.
4 Mi corazón está dolorido dentro de mí, Y terrores de muerte sobre mí han caído.
5 Temor y temblor vinieron sobre mí, Y terror me ha cubierto.
6 Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría.
7 Ciertamente huiría lejos; Moraría en el desierto. Selah
8 Me apresuraría a escapar Del viento borrascoso, de la tempestad.
9 Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos; Porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.
10 Día y noche la rodean sobre sus muros, E iniquidad y trabajo hay en medio de ella.
11 Maldad hay en medio de ella, Y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas.
12 Porque no me afrentó un enemigo, Lo cual habría soportado; Ni se alzó contra mí el que me aborrecía, Porque me hubiera ocultado de él;
13 Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, Mi guía, y mi familiar;
14 Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, Y andábamos en amistad en la casa de Dios.
15 Que la muerte les sorprenda; Desciendan vivos al Seol, Porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.
16 En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará.
17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz.
18 El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, Aunque contra mí haya muchos.
19 Dios oirá, y los quebrantará luego, El que permanece desde la antigüedad; Por cuanto no cambian, Ni temen a Dios. Selah
20 Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él; Violó su pacto.
21 Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla, Pero guerra hay en su corazón; Suaviza sus palabras más que el aceite, Mas ellas son espadas desnudas.
22 Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.
23 Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición. Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días; Pero yo en ti confiaré.



Capítulo LVI
1 Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre; Me oprime combatiéndome cada día.
2 Todo el día mis enemigos me pisotean; Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.
3 En el día que temo, Yo en ti confío.
4 En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?
5 Todos los días ellos pervierten mi causa; Contra mí son todos sus pensamientos para mal.
6 Se reúnen, se esconden, Miran atentamente mis pasos, Como quienes acechan a mi alma.
7 Pésalos según su iniquidad, oh Dios, Y derriba en tu furor a los pueblos.
8 Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?
9 Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare; Esto sé, que Dios está por mí.
10 En Dios alabaré su palabra; En Jehová su palabra alabaré.
11 En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?
12 Sobre mí, oh Dios, están tus votos; Te tributaré alabanzas.
13 Porque has librado mi alma de la muerte, Y mis pies de caída, Para que ande delante de Dios En la luz de los que viven.



Capítulo LVII
1 Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos.
2 Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece.
3 El enviará desde los cielos, y me salvará De la infamia del que me acosa; Selah
4 Mi vida está entre leones; Estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; Sus dientes son lanzas y saetas, Y su lengua espada aguda.
5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria.
6 Red han armado a mis pasos; Se ha abatido mi alma; Hoyo han cavado delante de mí; En medio de él han caído ellos mismos. Selah
7 Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; Cantaré, y trovaré salmos.
8 Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; Me levantaré de mañana.
9 Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; Cantaré de ti entre las naciones.
10 Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, Y hasta las nubes tu verdad.
11 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; Sobre toda la tierra sea tu gloria.



Capítulo LVIII
1 Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres?
2 Antes en el corazón maquináis iniquidades; Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.
3 Se apartaron los impíos desde la matriz; Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron.
4 Veneno tienen como veneno de serpiente; Son como el áspid sordo que cierra su oído,
5 Que no oye la voz de los que encantan, Por más hábil que el encantador sea.
6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos.
7 Sean disipados como aguas que corren; Cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos.
8 Pasen ellos como el caracol que se deslíe; Como el que nace muerto, no vean el sol.
9 Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos, Así vivos, así airados, los arrebatará él con tempestad.
10 Se alegrará el justo cuando viere la venganza; Sus pies lavará en la sangre del impío.
11 Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay galardón para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra.



Capítulo LIX
1 Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; Ponme a salvo de los que se levantan contra mí.
2 Líbrame de los que cometen iniquidad, Y sálvame de hombres sanguinarios.
3 Porque he aquí están acechando mi vida; Se han juntado contra mí poderosos. No por falta mía, ni pecado mío, oh Jehová;
4 Sin delito mío corren y se aperciben. Despierta para venir a mi encuentro, y mira.
5 Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, Despierta para castigar a todas las naciones; No tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah
6 Volverán a la tarde, ladrarán como perros, Y rodearán la ciudad.
7 He aquí proferirán con su boca; Espadas hay en sus labios, Porque dicen: ¿Quién oye?
8 Mas tú, Jehová, te reirás de ellos; Te burlarás de todas las naciones.
9 A causa del poder del enemigo esperaré en ti, Porque Dios es mi defensa.
10 El Dios de mi misericordia irá delante de mí; Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.
11 No los mates, para que mi pueblo no olvide; Dispérsalos con tu poder, y abátelos, Oh Jehová, escudo nuestro.
12 Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios, Sean ellos presos en su soberbia, Y por la maldición y mentira que profieren.
13 Acábalos con furor, acábalos, para que no sean; Y sépase que Dios gobierna en Jacob Hasta los fines de la tierra. Selah
14 Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, Y rodeen la ciudad.
15 Anden ellos errantes para hallar qué comer; Y si no se sacian, pasen la noche quejándose.
16 Pero yo cantaré de tu poder, Y alabaré de mañana tu misericordia; Porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia.
17 Fortaleza mía, a ti cantaré; Porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia.



Capítulo LX
1 Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste; Te has airado; ¡vuélvete a nosotros!
2 Hiciste temblar la tierra, la has hendido; Sana sus roturas, porque titubea.
3 Has hecho ver a tu pueblo cosas duras; Nos hiciste beber vino de aturdimiento.
4 Has dado a los que te temen bandera Que alcen por causa de la verdad. Selah
5 Para que se libren tus amados, Salva con tu diestra, y óyeme.
6 Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré; Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.
7 Mío es Galaad, y mío es Manasés; Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi legislador.
8 Moab, vasija para lavarme; Sobre Edom echaré mi calzado; Me regocijaré sobre Filistea.
9 ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me llevará hasta Edom?
10 ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?
11 Danos socorro contra el enemigo, Porque vana es la ayuda de los hombres.
12 En Dios haremos proezas, Y él hollará a nuestros enemigos.



Capítulo LXI
1 Oye, oh Dios, mi clamor; A mi oración atiende.
2 Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo,
3 Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte delante del enemigo.
4 Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Selah
5 Porque tú, oh Dios, has oído mis votos; Me has dado la heredad de los que temen tu nombre.
6 Días sobre días añadirás al rey; Sus años serán como generación y generación.
7 Estará para siempre delante de Dios; Prepara misericordia y verdad para que lo conserven.
8 Así cantaré tu nombre para siempre, Pagando mis votos cada día.



Capítulo LXII
1 En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación.
2 El solamente es mi roca y mi salvación; Es mi refugio, no resbalaré mucho.
3 ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, Tratando todos vosotros de aplastarle Como pared desplomada y como cerca derribada?
4 Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Selah
5 Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza.
6 El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré.
7 En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.
8 Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah
9 Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; Pesándolos a todos igualmente en la balanza, Serán menos que nada.
10 No confiéis en la violencia, Ni en la rapiña; no os envanezcáis; Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.
11 Una vez habló Dios; Dos veces he oído esto: Que de Dios es el poder,
12 Y tuya, oh Señor, es la misericordia; Porque tú pagas a cada uno conforme a su obra.



Capítulo LXIII
1 Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas,
2 Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario.
3 Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán.
4 Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos.
5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará mi boca,
6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando medite en ti en las vigilias de la noche.
7 Porque has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.
8 Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido.
9 Pero los que para destrucción buscaron mi alma Caerán en los sitios bajos de la tierra.
10 Los destruirán a filo de espada; Serán porción de los chacales.
11 Pero el rey se alegrará en Dios; Será alabado cualquiera que jura por él; Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada.



Capítulo LXIV
1 Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; Guarda mi vida del temor del enemigo.
2 Escóndeme del consejo secreto de los malignos, De la conspiración de los que hacen iniquidad,
3 Que afilan como espada su lengua; Lanzan cual saeta suya, palabra amarga,
4 Para asaetear a escondidas al íntegro; De repente lo asaetean, y no temen.
5 Obstinados en su inicuo designio, Tratan de esconder los lazos, Y dicen: ¿Quién los ha de ver?
6 Inquieren iniquidades, hacen una investigación exacta; Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo.
7 Mas Dios los herirá con saeta; De repente serán sus plagas.
8 Sus propias lenguas los harán caer; Se espantarán todos los que los vean.
9 Entonces temerán todos los hombres, Y anunciarán la obra de Dios, Y entenderán sus hechos.
10 Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; Y se gloriarán todos los rectos de corazón.



Capítulo LXV
1 Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios, Y a ti se pagarán los votos.
2 Tú oyes la oración; A ti vendrá toda carne.
3 Las iniquidades prevalecen contra mí; Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás.
4 Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu santo templo.
5 Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, Y de los más remotos confines del mar.
6 Tú, el que afirma los montes con su poder, Ceñido de valentía;
7 El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, Y el alboroto de las naciones.
8 Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas. Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
9 Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con el río de Dios, lleno de aguas, Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.
10 Haces que se empapen sus surcos, Haces descender sus canales; La ablandas con lluvias, Bendices sus renuevos.
11 Tú coronas el año con tus bienes, Y tus nubes destilan grosura.
12 Destilan sobre los pastizales del desierto, Y los collados se ciñen de alegría.
13 Se visten de manadas los llanos, Y los valles se cubren de grano; Dan voces de júbilo, y aun cantan.



Capítulo LXVI
1 Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra.
2 Cantad la gloria de su nombre; Poned gloria en su alabanza.
3 Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos.
4 Toda la tierra te adorará, Y cantará a ti; Cantarán a tu nombre. Selah
5 Venid, y ved las obras de Dios, Temible en hechos sobre los hijos de los hombres.
6 Volvió el mar en seco; Por el río pasaron a pie; Allí en él nos alegramos.
7 El señorea con su poder para siempre; Sus ojos atalayan sobre las naciones; Los rebeldes no serán enaltecidos. Selah
8 Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, Y haced oír la voz de su alabanza.
9 El es quien preservó la vida a nuestra alma, Y no permitió que nuestros pies resbalasen.
10 Porque tú nos probaste, oh Dios; Nos ensayaste como se afina la plata.
11 Nos metiste en la red; Pusiste sobre nuestros lomos pesada carga.
12 Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; Pasamos por el fuego y por el agua, Y nos sacaste a abundancia.
13 Entraré en tu casa con holocaustos; Te pagaré mis votos,
14 Que pronunciaron mis labios Y habló mi boca, cuando estaba angustiado.
15 Holocaustos de animales engordados te ofreceré, Con sahumerio de carneros; Te ofreceré en sacrificio bueyes y machos cabríos. Selah
16 Venid, oíd todos los que teméis a Dios, Y contaré lo que ha hecho a mi alma.
17 A él clamé con mi boca, Y fue exaltado con mi lengua.
18 Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado.
19 Mas ciertamente me escuchó Dios; Atendió a la voz de mi súplica.
20 Bendito sea Dios, Que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia.



Capítulo LXVII
1 Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; Selah
2 Para que sea conocido en la tierra tu camino, En todas las naciones tu salvación.
3 Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
4 Alégrense y gócense las naciones, Porque juzgarás los pueblos con equidad, Y pastorearás las naciones en la tierra. Selah
5 Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
6 La tierra dará su fruto; Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro.
7 Bendíganos Dios, Y témanlo todos los términos de la tierra.



Capítulo LXVIII
1 Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos, Y huyan de su presencia los que le aborrecen.
2 Como es lanzado el humo, los lanzarás; Como se derrite la cera delante del fuego, Así perecerán los impíos delante de Dios.
3 Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, Y saltarán de alegría.
4 Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre; Exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre; alegraos delante de él.
5 Padre de huérfanos y defensor de viudas Es Dios en su santa morada.
6 Dios hace habitar en familia a los desamparados; Saca a los cautivos a prosperidad; Mas los rebeldes habitan en tierra seca.
7 Oh Dios, cuando tú saliste delante de tu pueblo, Cuando anduviste por el desierto, Selah
8 La tierra tembló; También destilaron los cielos ante la presencia de Dios; Aquel Sinaí tembló delante de Dios, del Dios de Israel.
9 Abundante lluvia esparciste, oh Dios; A tu heredad exhausta tú la reanimaste.
10 Los que son de tu grey han morado en ella; Por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre.
11 El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas.
12 Huyeron, huyeron reyes de ejércitos, Y las que se quedaban en casa repartían los despojos.
13 Bien que fuisteis echados entre los tiestos, Seréis como alas de paloma cubiertas de plata, Y sus plumas con amarillez de oro.
14 Cuando esparció el Omnipotente los reyes allí, Fue como si hubiese nevado en el monte Salmón.
15 Monte de Dios es el monte de Basán; Monte alto el de Basán.
16 ¿Por qué observáis, oh montes altos, Al monte que deseó Dios para su morada? Ciertamente Jehová habitará en él para siempre.
17 Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares; El Señor viene del Sinaí a su santuario.
18 Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, Tomaste dones para los hombres, Y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios.
19 Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios El Dios de nuestra salvación. Selah
20 Dios, nuestro Dios ha de salvarnos, Y de Jehová el Señor es el librar de la muerte.
21 Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, La testa cabelluda del que camina en sus pecados.
22 El Señor dijo: De Basán te haré volver; Te haré volver de las profundidades del mar;
23 Porque tu pie se enrojecerá de sangre de tus enemigos, Y de ella la lengua de tus perros.
24 Vieron tus caminos, oh Dios; Los caminos de mi Dios, de mi Rey, en el santuario.
25 Los cantores iban delante, los músicos detrás; En medio las doncellas con panderos.
26 Bendecid a Dios en las congregaciones; Al Señor, vosotros de la estirpe de Israel.
27 Allí estaba el joven Benjamín, señoreador de ellos, Los príncipes de Judá en su congregación, Los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí.
28 Tu Dios ha ordenado tu fuerza; Confirma, oh Dios, lo que has hecho para nosotros.
29 Por razón de tu templo en Jerusalén Los reyes te ofrecerán dones.
30 Reprime la reunión de gentes armadas, La multitud de toros con los becerros de los pueblos, Hasta que todos se sometan con sus piezas de plata; Esparce a los pueblos que se complacen en la guerra.
31 Vendrán príncipes de Egipto; Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios.
32 Reinos de la tierra, cantad a Dios, Cantad al Señor; Selah
33 Al que cabalga sobre los cielos de los cielos, que son desde la antigüedad; He aquí dará su voz, poderosa voz.
34 Atribuid poder a Dios; Sobre Israel es su magnificencia, Y su poder está en los cielos.
35 Temible eres, oh Dios, desde tus santuarios; El Dios de Israel, él da fuerza y vigor a su pueblo. Bendito sea Dios.



Capítulo LXIX
1 Sálvame, oh Dios, Porque las aguas han entrado hasta el alma.
2 Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
3 Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.
4 Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me aborrecen sin causa; Se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé?
5 Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.
6 No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor Jehová de los ejércitos; No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.
7 Porque por amor de ti he sufrido afrenta; Confusión ha cubierto mi rostro.
8 Extraño he sido para mis hermanos, Y desconocido para los hijos de mi madre.
9 Porque me consumió el celo de tu casa; Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí.
10 Lloré afligiendo con ayuno mi alma, Y esto me ha sido por afrenta.
11 Puse además cilicio por mi vestido, Y vine a serles por proverbio.
12 Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta, Y me zaherían en sus canciones los bebedores.
13 Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad; Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia, Por la verdad de tu salvación, escúchame.
14 Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas.
15 No me anegue la corriente de las aguas, Ni me trague el abismo, Ni el pozo cierre sobre mí su boca.
16 Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia; Mírame conforme a la multitud de tus piedades.
17 No escondas de tu siervo tu rostro, Porque estoy angustiado; apresúrate, óyeme.
18 Acércate a mi alma, redímela; Líbrame a causa de mis enemigos.
19 Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio; Delante de ti están todos mis adversarios.
20 El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; Y consoladores, y ninguno hallé.
21 Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre.
22 Sea su convite delante de ellos por lazo, Y lo que es para bien, por tropiezo.
23 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y haz temblar continuamente sus lomos.
24 Derrama sobre ellos tu ira, Y el furor de tu enojo los alcance.
25 Sea su palacio asolado; En sus tiendas no haya morador.
26 Porque persiguieron al que tú heriste, Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.
27 Pon maldad sobre su maldad, Y no entren en tu justicia.
28 Sean raídos del libro de los vivientes, Y no sean escritos entre los justos.
29 Mas a mí, afligido y miserable, Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto.
30 Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza.
31 Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro que tiene cuernos y pezuñas;
32 Lo verán los oprimidos, y se gozarán. Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón,
33 Porque Jehová oye a los menesterosos, Y no menosprecia a sus prisioneros.
34 Alábenle los cielos y la tierra, Los mares, y todo lo que se mueve en ellos.
35 Porque Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá; Y habitarán allí, y la poseerán.
36 La descendencia de sus siervos la heredará, Y los que aman su nombre habitarán en ella.



Capítulo LXX
1 Oh Dios, acude a librarme; Apresúrate, oh Dios, a socorrerme.
2 Sean avergonzados y confundidos Los que buscan mi vida; Sean vueltos atrás y avergonzados Los que mi mal desean.
3 Sean vueltos atrás, en pago de su afrenta hecha, Los que dicen: ¡Ah! ¡Ah!
4 Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan, Y digan siempre los que aman tu salvación: Engrandecido sea Dios.
5 Yo estoy afligido y menesteroso; Apresúrate a mí, oh Dios. Ayuda mía y mi libertador eres tú; Oh Jehová, no te detengas.

















































































